miércoles, 18 de diciembre de 2013

Killarney: Verde, agua y calma.





Soberbia instantánea del Gap of Dunloe

La refulgente isla Esmeralda tiene escondido uno de los lugares más maravillosos y bucólicos que una persona puede experimentar. Lo relataré tal cual lo viví, pues fue la concatenación de lugares la que me llevó a decidir que ese sería mi rincón favorito del mundo. Amigos, hoy viajamos hasta Killarney.


Killarney es un pueblo del condado de Kerry, en el suroeste de Irlanda. Pese a sus 17.000 habitantes, es una ciudad vibrante, especialmente en verano, donde miles de estadounidenses y británicos acuden a la llamada de sus antepasados (Kerry fue una de las zonas más castigadas por la hambruna del siglo XIX). Es curioso ver cómo personas que nunca han pisado Irlanda conocen las canciones tradicionales que los músicos del lugar interpretan en directo en los pubs, y se emocionan al recordar que fue su abuela quien se la cantaba cuando era un crío.


Autobuses de época
Pero te aconsejo que guardes fuerzas, porque al día siguiente hay que madrugar. Bien prontito iremos a alquilar una bici, meteremos una botella de agua y un buen sándwich (si te gusta el pan de molde, te encantará el que se come allí) y comenzamos a pedalear. Cuidado, porque allí se circula por la izquierda. De todas maneras, no vamos a encontrar demasiado tráfico, puesto que nos encaminamos a uno de los parajes más salvajes y protegidos de Irlanda: El Gap of Dunloe.


Se trata de un desfiladero de 11 kilómetros de longitud, en el que cuatro lagos de aguas cristalinas (y heladas), escoltados por la Montaña Púrpura y la cordillera de Macgillicuddy's, componen un escenario de rebosante naturaleza al estilo irlandés: verde, agua y calma.


El puente de los deseos, gracias al que tus ilusiones se harán
realidad si allí las enuncias.
He de avisar que la subida se torna ardua una vez pasado el Puente de los deseos (¿adivinan el porqué de su nombre?). Con lo cual, para aquellos que no se vean capaces de completarlo les propongo que tomen un tour guiado desde el pueblo. Les acercará un autobús de época, y una vez en el desfiladero podrán recorrerlo tranquilamente en un coche de caballos (o directamente sobre ellos). Para los que tengan energía de más y les guste la escalada, existen multitud de paredes señalizadas para llegar donde solo otros pueden con la vista. Una vez alcanzada la cima del paso hay que hacer dos cosas. Una es admirar de nuevo Dunloe, y la otra es prepararse para lo que viene a continuación.


Quizá no encuentre la palabra adecuada para describir el Parque Nacional de Killarney. Insistiré en el trinomio verde, agua y calma, pero añadiré un detalle más, grandeza. Una vez que recorres el parque te das cuenta de por qué los celtas que aquí vivían adoraban a la naturaleza como a un dios. El punto culminante del parque quizá sea la cascada de Torch, desde donde se dice que se pueden oír ciervos salvajes; o quizá no sea ninguno en concreto y lo sean todos a la vez.
Bosque en el Parque Nacional


De vuelta a Killarney (hay que devolver las bicicletas antes de las 6 de la tarde) podemos echar un vistazo a la semiderruida abadía de Muckross, en la que un tejo (sagrado para los druidas) se alza en medio del patio central.


Y una vez que hemos devuelto a nuestra compañera de viaje, es hora de estirar las piernas y acercarse al castillo de Ross. Es aquí cuando, sentado junto a la fortaleza, con la puesta de sol reflejándose en las aguas del lago Leane empiezas a digerir todo lo que has experimentado durante el día. Entonces miras al horizonte y, en silencio, tu mente se pone en blanco. Quizá piensen que exagero, pero la vez que estuve había varios grupos de chavales (el mío entre ellos) y no tanto que hacían exactamente lo que acabo de relatar. Disfrutar de la vida.


El agua se desparrama desde las montañas hasta el lago Leane.
Evidentemente no es obligatorio recorrerlo todo, ni en bicicleta. Existen tours guiados que, por ejemplo, nos permiten navegar por el lago, y contemplar al castillo desde el agua. O simplemente podemos ir en taxi hasta la punta del parque y volver al pueblo caminando entre bosques, ciervos y caballos salvajes

Para llegar a Killarney la opción más directa es esperar a verano y coger uno de los vuelos que vuelan directamente a Cork (a una hora en bus) o al aeropuerto de Kerry (a escasos diez kilómetros). Si no, desde Dublín existen varias conexiones diarias vía Cork. Visita la página de Irlanda para más detalles. En cuanto al alojamiento, si bien es cierto que estamos hablando de un sitio bastante concurrido en verano, también es la segunda localidad irlandesa con más camas, con lo cual una noche en habitación doble nos puede salir desde 50€, en la media del país.

No te pierdas la fotogalería sobre el parque.
El Ross Castle invita a la pausa tras un día de emociones. Además su visita es gratuita.


martes, 10 de diciembre de 2013

Comprar un pedazo de la Navidad en Estrasburgo

La estampa se vuelve espectacular con la iluminación nocturna


No reparan en gastos para decorar el
sapin de Nöel.
Capital de Alsacia, tierra a caballo entre Francia y Alemania, Estrasburgo tiene ese aire típico de las ciudades fronterizas: orgullosa de su identidad pero a la vez permeable a lo que sucede al otro lado de la raya. Y es precisamente el acervo atesorado a lo largo de los siglos en los que germanos y galos se arrebataban Alsacia el que nos ha legado una de los lugares más mágicos de la Navidad europea: el Christkindelsmärik, o Mercado del Niño Jesús.


Pese a remontarse al siglo XVI, no es ni el más antiguo ni el único de la zona (Alemania está plagado de ellos). Sin embargo hay dos cosas que lo hacen especial : el especial cuidado de sus organizadores y artesanos por el buen gusto decorativo (espectacular el árbol de navidad, originario del bosque de los Vosgos), y sobre todo la soberbia catedral que lo preside. Le advierto de que va a tener verdaderos problemas en decidir si se queda con la vista diurna o la nocturna, porque ambas son extremadamente bonitas.


El adviento marca el inicio del mercado. Desde el cuarto sábado antes de la Navidad hasta el 31 de diciembre, más de 300 mercaderes ofrecen sus productos a los más de dos millones y medio de visitantes. La estrella son los adornos navideños, pero también es un lugar ideal para encontrar el regalo ideal fabricado por artesanos de media Europa mientras disfrutamos del famoso vin chaud (vino caliente) o de unos ricos anisbredele.

 Pese a lo que pueda parecer, el precio del alojamiento no se dispara (es fácil encontrar una habitación doble por unos 60€). Es probable que muchos de los que lo visitan se lo tomen como una excursión diaria, sin embargo pernoctar en Estrasburgo es más que recomendable, así como aprovecharse de la gastronomía alsaciana, a caballo entre el refinamiento francés y la contundencia alemana.

Pese a que existe un aeropuerto en la propia ciudad (no hay vuelos directos, y con escala no bajan de los 300 euros), la opción más económica es tomar un avión hasta el aeropuerto internacional que comparten Francia, Alemania y Suiza cerca de Mulhouse, y desde allí tomar un tren hasta la capital alsaciana (1hora, 18€). No olvides echar un vistazo al repaso que El Viajero Sagaz ha hecho a Francia.



Un par de ejemplos de lo que encontraremos en los más
 de 300 puestos.


lunes, 4 de noviembre de 2013

Amorgos, el aroma original del Mediterráneo.


Una de las más de 300 capillas ortodoxas de Amorgos.
Es difícil no quedarse absorto ante un paisaje mediterráneo de montes que se precipitan hacia las aguas cristalinas en calma. Sin duda constituye una de las estampas más asociadas al turismo. Sin embargo los excesos (que desgraciadamente conocemos bastante bien en España) hacen cada vez más difícil que la mano del ser humano no sea la verdadera protagonista.

Uno de los lugares donde esa relación entre hombre y naturaleza se hace más patente son las islas griegas del Egeo. Es cierto que hay algunas totalmente masificadas (Mikonos o Santorini), pero para eso Grecia tiene más de cien islas habitadas.

Una tranquila plaza en Chora.
El nombre de Amorgos no les dirá nada. Es más, a Homero le incordiaba su “desnudez”, y a romanos y bizantinos les venía muy bien para sus exilios políticos. Y precisamente su pasado aislado ha permitido conservar la originalidad de la que hace gala hoy en día. Todo lo que esperamos encontrar en una isla helena lo tenemos aquí: Sus casas blancas irradiando luz, sus pequeñas capillas mirando al mar (cuanta con más de trescientas), sus calas y sus terrazas donde ver ponerse el sol degustando las exquisiteces de la cocina griega. Pero cuenta con la ventaja de que allí nada es impostado ni masificado, y los precios se ajustan a la realidad, es posible encontrar apartamentos y hoteles por menos de 30€ la noche en habitación doble.

Pero Amorgos aún alberga un tesoro más. El increíble monasterio de Panagia Hozoviotissa, que se aferra a un acantilado a trescientos metros sobre el mar. Una joya de la arquitectura que casi tiene mil años, y que en su punto más estrecho apenas mide un metro y medio. Además se encuentra a un paseo de media hora de Chora, la capital. La isla también es famosa por ser el lugar elegido por Luc Besson para rodar El gran azul.

El monasterio de Panagia Hozioviotissa es una maravilla
arquitectónica con casi diez siglos
Existe una pega para disfrutar de esta parte de las Cicladas: Cómo llegar hasta allí, porque sólo se puede hacer por barco. Existe una conexión con las cercanas Santorini y Naxos, que disponen de aeropuerto. Aunque la opción más verosímil es acceder desde el puerto de El Pireo, en Atenas. Atención, porque el trayecto dura 7 horas, y llega a las 2 de la mañana a Katapola (el principal puerto de la isla). La vuelta sale a las 6 de la mañana del puerto de Amorgos. La solución está en los taxis, acostumbrados a estos horarios. Para movernos por la isla existe un servicio local de autobús, un servicio de alquiler de coches y de bicicletas. También hay un barco que navega entre Katapola y el puerto de Aegiali, otra localidad con encanto. Y para los amantes del senderismo, decenas de kilómetros de maravillosas vistas sobre el Egeo.
Los tres azules que jalonan las islas griegas: el mar, el cielo y las cúpulas.