jueves, 10 de octubre de 2013

Kotor, el regalo de la naturaleza

Vista desde un satélite de las Bocas de Kotor. La ciudad se encuentra en
el punto más recóndito, a la derecha en la tercera boca. Fuente
Hay muchas cosas de Montenegro que desconocemos. Por ejemplo, que la población del país no supera el millón de habitantes, o que ha sido la única república de la antigua Yugoslavia que se independizó de forma pacífica. Aunque desde el punto de vista turístico, el gran atractivo de Crna Gora (nombre oficial en montenegrino) está en la costa, pero no por sus playas. Estamos hablando de las Bocas de Kotor.
Situado en la parte meridional de Dalmacia, Kotor está enclavada en lo más profundo de la bahía homónima. En muchos lugares se denomina como el fiordo más al sur de Europa, sin embargo parece ser el cráter derrumbado de un antiguo volcán. Sea como fuere, habría que agradecer que la naturaleza haya formado esta bahía, que la UNESCO ya protegió en 1979.
Esto es lo que se ve subiendo a la fortaleza de Kotor.
La ciudad, pese ha que se ha convertido en un incipiente centro turístico, sigue conservando el exotismo propio de esa Europa del Este original. Apenas rebasa los 10.000 habitantes, pero posee suficientes alojamientos y restaurantes con precios muy asequibles. Además, el entorno es inigualable. Una bahía de agua salada en un entorno de montaña, con laderas que van de los 0 a los 1.000 metros sobre el nivel del mar en apenas un kilómetro. Parece más un lago glaciar que una ría.

En cuanto a la ciudad de Kotor, la historia la sitúa en manos de romanos, otomanos, venecianos, austriacos y yugoslavos principalmente. El casco histórico se sitúa en la ladera del monte, y está totalmente amurallado y empedrado. Se trata de uno de los cascos más espectaculares de la costa adriática, siempre a medio camino entre lo veneciano, lo bizantino y lo otomano. El edificio más relevante es la románica catedral de San Trifón, de advocación católica.

En primer plano, isla de NS de la Roca. Detrás, isla de San Jorge. Al fondo,
tras la niebla, está Kotor.
Pero si Kotor de por sí es atractivo, aún lo es más si visitamos su entorno. Deliciosos pueblos a lo largo de una extraña costa, (el mar Adriático se encuentra a 9 kilómetros en línea recta), de los que destaca Perast. Se trata de un pequeño pueblo pesquero que frente a su muelle vislumbra dos pequeñas islas, la de San Jorge, que alberga un monasterio benedictino del siglo XII y un cementerio de nobles. Sobre la otra isla reposa la iglesia de Nuestra señora de la Roca. Es curiosa la leyenda sobre la formación de la isla, que es artificial. Cuentan que los pescadores lanzaban una piedra al mar pidiendo protección a la Virgen, que a su vez ayudaba por las noches a emerger la tierra. Lo cierto es que el primer templo se erigió en 1452.

La mejor época para visitar Kotor es el verano, por la evidente bonanza climática, y porque proliferan los servicios en esa época. Sin embargo, una recomendación especial es que lo visiten en invierno. Las temperaturas no son excesivamente bajas (7 grados de media), pero podrán disfrutar de los montes que rodean a la bahía nevados, e incluso es habitual ver la niebla manando del mar.

Llegar a Kotor puede resultar caro, ya que el aeropuerto más cercano, el de Tivat, tiene conexiones muy limitadas y caras. Lo más recomendable es viajar a Podgorica, la capital, a unos 90 Kilómetros, y desde allí viajar en autobús (el servicio de tren es muy limitado en Montenegro). Otra buena opción es volar hasta la croata Dubrovnik, a la misma distancia, aunque con menos conexiones. (Echa un vistazo a la página de Montenegro).
Quizás hacer una escapada de un par de días a Kotor es algo descabellado, por el tiempo que perderíamos hasta llegar hasta allí. Sin embargo, es ideal para combinar con un viaje a Dubrovnik o incluso a toda Croacia. O una buena escusa para descubrir los encantos de Montenegro...

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